martes, 1 de mayo de 2018

El Quirquincho músico


Aquel quirquincho viejo, nacido en un arenal de Oruro, acostumbraba pasarse horas de horas echado junto a una grieta de la peña donde el viento cantaba eternamente. El animalito tenía una afición musical innegable, ¡Cómo se deleitaba cuando oía cantar a las ranas en las noches de lluvia!, los pequeños ojos se ponían húmedos de emoción y se acercaba, arrastrando su caparazón, hasta el charco, donde las verdes cantantes  ofrecían su concierto.
 ¡Oh, si yo pudiera cantar así!, sería el animal mas feliz del Altiplano - exclamaba el quirquincho mientras las escuchaba.
 Las ranas no se conmovían por la devota admiración que les tenía el quirquincho sino que, más bien, se burlaban de él. Aunque nos vengas a escuchar todas las noches hasta el fin de tu vida, jamás aprenderás nuestro canto, porque eres muy tonto.
El pobre quirquincho, que era humilde y resignado, no se ofendía por tales palabras, dichas en un lenguaje tan musical, como suele ser el de las ranas. Él  solo  se deleitaba con la armonía de la voz y no comprendía el insulto que ella encerraba.
Un día creyó enloquecer de alegría, cuando unos canarios pasaron cantando en una jaula que conducía un hombre. ¡Qué deliciosos sonidos! Aquellos pajaritos amarillos y luminosos como caídos del Sol, lo conmovieron hasta lo más hondo; sin que el jaulero se diera cuenta, lo siguió, arrastrándose por la arena, durante leguas y leguas. Las ranas que habían escuchado, embelesadas, el canto, salieron a la orilla de la laguna y vieron pasar a los divinos prisioneros que revoloteaban en las jaulas.
Estos cantores son de nuestra familia, pues los canarios son solo sapos con alas, dijeron las muy vanidosas y agregaron: pero nosotras catamos mucho mejor y reanudaron su concierto interrumpido.
-¡Shsss, esperen!-dijo una de ellas - Miren al tonto del quirquincho. Se va tras de las jaulas. Ahora pensará aprender a trinar como un canario ja ja ja. El quirquincho siguió corriendo y corriendo tras el hombre de  las jaulas, hasta que las patitas se le iban acabando, de tanto rasparlas en la arena.
-¡Qué desgracia! ¡No puedo caminar más que los músicos, se van muy lejos!… ya era noche cuando regresaba a su casa y al pasar cerca de la choza de Sebastián Mamani, el hechicero, tuvo la idea de visitarlo, para hacer un extraño pedido.
- Compadre, tú que todo puedes, enséñame a cantar como los canarios- le dijo llorando.
Cualquier persona que no fuera el hechicero se hubiera reído a carcajada del quirquincho, pero Sebastián Mamani puso la cara seria y repuso: - Yo puedo enseñarte a cantar mejor que los canarios, que las ranas y que los grillos, pero tienes que pagar la enseñanza… con tu vida.
Acepto todo, pero enséñame a cantar le dijo convenido. - Cantarás desde mañana, pero esta noche perderás la vida.
-¡Cómo!... ¿Cantaré después de muerto?, así es le repuso Sebastián.
Al día siguiente, el quirquincho amaneció cantando, con voz maravillosa, en las manos del mago. Cuando esta pasaba, poco más tarde, por el charco de las ranas, se quedaron mudas de asombro.
-¡Vengan todas! ¡Qué milagro! ¡El quirquincho aprendió a cantar!
-¡Canta mejor que nosotras!... -¡Y mejor que los pájaros!...-¡Y mejor que los grillos!... -¡Es el mejor del mundo!...
Y, muertas de envidia, siguieron a saltos tras del quirquincho que, convertido en charango se desgranaba en sonidos musicales. Lo que ellas ignoraban era que nuestro pobre amigo, como todo gran artista, había dado la vida por el arte.

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